La Maternidad de Elna, dar a luz en plena oscuridad

En la maternidad de Elna mi madre me dio la vida y Elisabeth Eidenbenz, la confianza en el género humano
Sergi Barba (Presidente de FFREEE)


Hoy es uno de esos días en lo que ir en bici es un riesgo: hace frío, viento y lo que apetece es quedarse en casa, en nuestro refugio personal tomando una buena taza de té caliente.
Estos días pienso en los testimonios que leí en el libro La Maternidad de Elna de Assumpta Montellà. Este libro me hizo llorar de culpa, de rabia, de impotencia. Sin embargo, cuando se mencionaba a Elisabeth Eidenbenz la calma se apoderaba de todas las demás emociones y puedes sonreír porque alguien consiguió, con su trabajo, salvar las vidas de 597 niños.
La Maternidad de Elna es un ensayo escrito excepcionalmente, una interpretación colectiva de hechos vividos, una narración conmovedora. Este libro maravilloso es todo eso, pero sobretodo es una realidad divulgativa y reflexiva que nos hace mirarnos como personas y como civilización.
Además de leer el libro, tuve la suerte de asistir a una charla de Montellà en la biblioteca Biblioteca Marc De Vilalba en Cardedeu el pasado mes de noviembre. La autora nos explicaba a un ritmo frenético, imparable, como una poesía dolorosamente memorizada, relatos que no caben entre las páginas de sus libros, presencias que ella sintió con paciencia y que cultivó con el abono de la espera. 

Entre sus relatos se colaban las palabras: “frío, sed y hambre; frío, sed y hambre, frío, sed y hambre”… como un doloroso mantra que calaba en los huesos de los protagonistas de sus historias.
 
 

Una caja de hilos de colores y el exilio
 
¿Qué te llevarías si tienes apenas unos escasos minutos para recoger tu vida y marcharte sin mirar atrás?
Assumpta Montellà nos presenta el exilio como un sentimiento, una emoción agónica y desesperada, en la que coges una caja de hilos de colores, un trozo de tierra, una carta, una foto, para no olvidar quién eres, de dónde eres, quién te ama, a quién amas.
Montellà nos explica que fue leyendo al filósofo Walter Benjamin donde encontró la motivación para recuperar la memoria histórica de las personas de “segunda clase”, los que acaban siendo sólo estadísticas, los anónimos, esos que nadie toma en cuenta en las noticias, o que tan sólo llegan a ser  “bajas civiles” en bombardeos, como si esos hechos no fueran “homicidios de personas: mujeres, niños, hombres, ancianos. Asesinatos de  madres, hijos, abuelos, tíos, primos”.
Entre los testimonios del libro me gustaría citar el de Rubén Oliva nacido en la Maternidad de Elna, quien explica que su madre:

Era modista en Badalona y, en el último momento, cuando tenía pocos  minutos para pensar qué se llevaría al exilio, eligió la caja de hilos. En el campo de Argelers, cuando todo se hundía, cuando ya no quedaba ni una pizca de esperanza, abría la caja de hilos de colores y los contemplaba, y aquellos colores le servían para superar la tristeza de su vida. Este detalle que puede parecer insignificante delataba con toda su crudeza hasta dónde puede llegar la supervivencia humana. (Ed. Now books, p. 121)

Esa caja de colores sin duda era el ancla de la memoria de lo que era esa mujer en aquel lugar  donde se podía olvidar incluso la condición humana. Esta misma mujer, María García, finaliza su testimonio diciendo:

 “Que sirva este relato para que aquellos hechos no vuelvan a suceder nunca más.”  (p.84)

La frase me conmovió por lo “naif” de su significado, pero supe que  también es un reclamo. La deuda que tenemos con esas personas que viven o han muerto sin tener un reconocimiento, sin haber recibido una “disculpa” pública, una respuesta a la desaparición de sus seres amados, sin haber sentido que lo que ellos vivieron fue pura injusticia… ¿Cómo es posible?

¿Será que aquellos que los bombardeaban a las personas que huían de la muerte en la frontera con Francia siguen planeando sobre nuestras cabezas y ejerciendo el poder del miedo? Un miedo instaurado, metido en los cuerpos, un miedo que permite una corrupción desmedida y sobretodo una degradación  de valores que se hereda sin ninguna consecuencia.
 
Morguefile free photographs
Frio, set i gana
Assumpta repite “frio, set i gana; frio, set i gana; frio, set i gana” una poesía que elige para sostener la dignidad de los sobrevivientes y  visionar la miseria moral de quienes tienen poder.
La maternidad de Elna es un libro obligatorio, como es obligatoria asomarse a la realidad actual, mirar la inmovilidad que permite el bombardeo de hospitales en Siria, o que no se sigan los protocolos de recepción de refugiados en Europa.
Desde mi refugio personal este día de frio y viento me gustaría gritar por lo que están ahora en los campos de refugiados, o los que están en este preciso instante haciendo una maleta improvisada para huir de su país y salvar su vida, o los que siguen en Venezuela donde no hay bombardeos pero matan a las personas lentamente de tedio, de dejadez, de tristeza.
Hago un inciso para destacar la poderosa labor de organizaciones civiles como Médicos sin Fronteras, ProactivaOpen Arms y tantas otras que son, como diría Assumpta  Montellà,  los actuales Elisabeth Eidenben.

Cada uno de nosotros podemos poner nuestra semilla para que los cambios germinen, porque, como escuché de uno de los pacientes con los que tengo el gusto de trabajar en Pallapupas, con sus apenas doce años: “Es la humanidad, la que hace posible la humanidad”.


 

Me encantaría conocer tu opinión sobre este post

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.