Isabela Méndez: la tierra para crear


Absoluta actriz, absoluta narradora y poeta. Ver a Isabela es ver personificada la creatividad. Con gran talento y un educado gusto estético Isabela se mueve por el mundo entre sombras, y desde allí es capaz de observar lo que a otros nos pasa inadvertido.



Cuando acabo una sesión y la gente se mira de otra manera y se abraza es que hemos hecho algo entre todos. El cuento no sucedería si el otro no está allí para respirarlo.”
Isabela Méndez

¿De dónde viene la semilla del teatro en ti?
De la necesidad de comunicar y de reproducir lo que veía de cerca. Yo recuerdo que a los ocho añitos, es un recuerdo clarísimo, me dormía rezando un mantra, que yo no sabía que existían, que decía: “quiero ser actriz, cantante y escritora”. Supe que iba a ser actriz desde que tenía ocho años, tenía una absoluta certeza de eso, los miedos han venido de grande, en aquel tiempo tenía una convicción clarísima porque mi amor por el teatro, el canto y la poesía yo no me lo cuestionaba. Era solo algo que estaba, y era solo cuestión de tiempo que yo me vistiera con todo eso, que yo lo habitara. Dentro de mí eso estaba latente.

¿Cómo empezó a germinar ese deseo, ese mantra?
Yo comenzaba en casa a disfrazarme. Me encantaba escuchar los acentos y reproducirlos. No sólo imitar, sino crearle una vida a ese acento. Me encantaba.
Tuve la bendición enorme de que mi madre es artista y estaba dentro del círculo de artistas de Caracas, tanto ella como los demás vieron que había posibilidades.
Y otra cosa que hacía yo era grabar, yo grababa mis programas de radio. Yo inventaba canciones y escribía poesía. Me encantaba la rima. Estaba todo junto y sigue estando junto. El teatro está cerca o al lado de la canción, de la poesía y de las artes plásticas. Como mi madre es pintora, pues también todo el tema manual siempre estuvo muy presente.


¿Cuál fue el abono que llegó para que esa semilla creciera y no se quedara en un retoño?
Yo creo que parte del abono tuvo que ver con los sitios a los que me llevaba mi madre, por ejemplo, íbamos incansablemente a exposiciones, cosa que a mí, honestamente, entonces, me hostinaba*. Yo crecí en la Cristóbal Rojas, en el Museo de Arte Contemporáneo, Bellas Artes, la Galería Viva México… Mi hermana y yo éramos dos cominos y estábamos todo el tiempo de exposición en exposición.  Y a mí me hostinaba*,  asumo ahora que también en parte me fastidiaba porque yo veía poco, pero yo no lo sabía.  En cambio me moría de amor por sentarme y ver a la gente que pasaba, yo me fijaba en las escenas: La niña que quería que le compraran el helado y no dejaba de fastidiar. Las estrategias que usaba para que finalmente la mamá dijera que sí… O el tema del cortejo, y como en el Caribe eso está tan a flor de piel, si aparecía una mujer guapa, por ejemplo, cómo se ponían los hombres… Las técnicas que utilizaban para abordarla o cómo la veían, cómo se acercaban. Yo creo que eso fue un abono que yo recibí del ambiente.
Otra cosa que también sucedió, es que como mi madre estaba en ese universo creativo, en las colas inmensas del tráfico de Caracas, de la casa al colegio o del colegio a la casa mi madre nos hacía crear historias. Entonces habían como tres técnicas: una de ellas era elegir tres personas por el camino arbitrariamente, y tú imaginabas qué iba a hacer esa persona o qué venía de hacer. Esa era una manera de incentivar en mí las historias. Y eso es lo que yo siempre he querido hacer como actriz, contar historias en primera persona. Mi principal abono tuvo que ver con mi madre y con la observación.
También empecé a formarme con el grupo de teatro del colegio. Yo me lo tomé con la intensidad y el rigor como si yo estuviera en el Actors Studio.

¿Aunque luego estuviste en el The Lee Strasberg Theatre & Film Institute?

Sí exacto, y Lee Strasberg salió del Actors Studio.


En tu trabajo profesional, ¿cuáles son tu pico y tu pala?
La palabra y el silencio. Luego lo gestual. Yo soy muy histriónica. A veces tengo la sensación (por ventaja o desgracia) de que no tengo filtro. Es como si estuviese en carne viva. Es tremendo porque los estímulos también los siento así de inmediato en el cuerpo. Lo cual me favorece mucho como actriz y como artista en general y por otro lado, me genera padecimiento.
Cuando digo palabra y silencio, no sólo hablo de la palabra hablada y del silencio que se genera cuando hay ese vacío, sino, del silencio en el papel. Cómo colocas la palabra en el papel y el vértigo que produce ese papel.


Frutos y flores que has recogido con tu trabajo profesional…
Hubo un montaje que me tocó muchísimo y que trajo muchas recompensas: visibles y tangibles. Cuando me dirigió Javier Vidal en Amor que mata en la Compañía Nacional de Teatro (Venezuela) fue un momento extraordinario porque además había una gente en el escenario muy potente. Estaba Rafael Briceño, hacía la música Aquiles Báez, dirigía la compañía Isaac Chocrón. Fue como una confluencia de gente impresionante. Eso produjo que me dieran premios (Actriz revelación del año de la Casa del Artista y del Marco Antonio Ettedgui). Ese montaje fue hermoso porque además yo podía cantar allí y esa es otra herramienta que disfruto mucho.

Quizás otro de los proyectos que más satisfacciones me ha dado, fue Señor Pablo, dirigido por Santiago Sánchez. Tú lo viste… Anita tenía dos parlamentos en la obra y sin embargo, para mí fue un universo impresionante. Yo inventé que ella tenía una cajita de tesoros y cada tesoro tenía algo que contar. Era un personaje con parálisis cerebral y retraso profundo. Yo estuve un tiempo yendo a AVEPANE (Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales) a observar y me produjo una conmoción tremenda ver cómo aquella gente que estaba pintando consideraba una victoria absoluta llevar el pincel, mojarlo en el pigmento y conseguir plasmar una raya en el lienzo. Era la vida. Era un momento de fascinación absoluta. Eso me enseñó mucho de la vida porque celebramos tan poco tantas cosas enormes que tenemos a diario, y ellos celebran lo que para nosotros puede ser nimio. Ese personaje tuvo una gran vida interior, yo aún me conmuevo de pensarlo. El trabajo corporal fue tan bestia que yo todavía puedo reproducirlo. Ella estaba toda contrahecha. ¿Lo recuerdas? 

Sí, yo fui a ver la obra y sabía que tu actuabas. Estaba en el programa. Pero la obra avanzaba y no te veía en escena, y Anita ya tenía mucho tiempo dando vueltas por ahí… y yo pensaba: “Isabela no está”. Hasta el final cuando te vi en el saludo. Llegué a pensar que Anita era una niña que habían incorporado al montaje…

Pasó de todo con Anita, en uno de los pases fue una chica que se dedicaba a la educación especial, y estuvo a punto de levantarse de la silla enfurecida porque pensó que le estaban sacando provecho económico y hasta el final no supo que era una actriz.



¿Qué cultivas con tu trabajo?
Siento que cultivo la imaginación. La mía y la del otro. Y creo que es vital en la cultura actual, del ser humano urbanita que está absolutamente dependiente y pendiente de pantallas, donde todo te lo dan digerido. Tal vez por eso me he enamorado de un modo sin retorno de los cuentos orales… porque los  cuentos me ofrecen algo que el teatro no me ofrecía, que tiene que ver con que entre todos creamos un imaginario y donde yo puedo contactar directamente con el público sin que aparezca la cuarta pared.

¿Qué valores siembras?
La empatía, la solidaridad. Para mí el humor es un valor también. Un humor respetuoso.

Si tu trabajo estuviese vinculado a la tierra, ¿Qué tendrías? Un huerto, un jardín…
Yo sería alfarera, yo necesito la tierra para crear. Yo con la tierra haría macetas.

Frutos que recoges con tu trabajo
Risas y sonrisas. A veces lágrimas. Recojo algo que es intangible y que es un aire que tejemos entre todos. Cuando acabo una sesión y la gente se mira de otra manera y se abraza es que hemos hecho algo entre todos. El cuento no sucedería si el otro no está allí para respirarlo. 




*Hostinar: modismo venezolano que quiere decir fastidiar, disgustar. También puede encontrarse como “ostinar”

Las ilustraciones de este artículo son de la autoría de Isabela Méndez. 

Otras webs de Isabela Méndez:
Del vientre de un tintero
Chamanicabcn

2 comentarios en «Isabela Méndez: la tierra para crear»

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