Había una única vez, Cuentos bajo la Sombra

En sábado pasado fui a La Casa de los Cuentos en Barcelona a ver una actuación única, especial. Allí se encontraron, después de 31 años Gilda Beraha, Cheo Carvajal y Rubén Martínez, integrantes del mítico grupo de narradores Cuentos bajo la Sombra

En la década de los años 80, cada martes, sin falta, estos tres juglares se juntaban en Tierra de Nadie, lugar que todos los ucevistas conocemos de sobra. Contar, recitar y cantar era su quehacer; bajo la sombra de un hermoso árbol daban refugio y abrigo a la palabra. 

Cuando yo entré a la universidad ya ellos no estaban, pero su recuerdo perduraba entre anécdotas y ficciones de muchas personas. Era como si el aliento de sus cuentos, tantas veces narrados, se había quedado allí en la memoria de aquel espacio para siempre. Ahora ellos, también, eran un cuento.

Han pasado más de treinta años desde que el grupo abrió un espacio para la palabra en la Universidad Central de Venezuela, creando, tal vez inconscientemente, un espacio cultural que quedaría de forma tácita allí para los nuevos estudiantes, quienes añorábamos haber vivido aquella época.

El sábado, lo conseguí, porque las circunstancias lo permitieron, porque la solidaridad lo hizo posible. Ellos, volvieron. Hicieron una única actuación cuya taquilla fue destinada a la Asociación Ven Da Tu Mano, quienes, entre otras labores, suministran medicamentos a pacientes en Venezuela.

No estaban bajo un frondoso árbol, no estaban en Venezuela, no estaban en la UCV, pero si consiguieron crear una Tierra de Nadie.

Ese día, que yo estaba vacía de tanta nostalgia, que necesitaba con urgencia de mi palabra, esa que se pronuncia sin zeta y sin c; llegué  hasta allí con el corazón abierto, dispuesta a dejarme querer por mi acento y, a por fin, escuchar aquellos cuentos.

Escuché atenta, escuché precisa, escuché sin prisa. El regalo de cada narración iluminaba los rostros de nativos y extranjeros, porque esta vez, y solo por aquel breve espacio de tiempo, eran otros los que venían de fuera, los que no entendían referencias o el lenguaje coloquial.


Sentirme en mi tierra, en aquella Tierra de Nadie; eso consiguieron estos tres narradores con su tono y su estilo. Con sus canciones, su ritmo, su andar, su son, su voz.  
Para muchos de los presentes, Cuentos bajo la Sombra fue sentirnos en esa Venezuela que perdimos, en esa Venezuela que sólo podemos recuperar por instantes, en esa Venezuela que añoramos todos, los de fuera y los de dentro, los que estamos arriba o abajo, los que desperdigados por el mundo nos aferramos a la palabra para volver.

Gracias Rubén, gracias Cheo, gracias Gilda, por lo que crearon ayer bajo ese árbol y por los que aún sigue dando sombra, y a su vez, calor a tantos. Gracias, pues, por hacerme sentir que yo soy la de siempre.


4 comentarios en «Había una única vez, Cuentos bajo la Sombra»

  1. Bellissimes paraules, Irma! Calen ben endins de l’ànima. Per als que “som d’aquí” (si és que algú es pot sentir d’algun fragment del món i no del teixit humà de què estem tots fets), dissabte va ser sentir-me partícip d’una màgia que m’havien contat i que ara la sentia córrer per la meva sang i m’emocionava per la seva intensitat. Aquelles veus, contant i cantant, em van traslladar a esa “Tierra de Nadie” i trencant les barreres del temps, em vaig veure allà bategant com una més sota l’arbre immens de “Cuentos bajo la sombra”. L’aixopluc que dona la paraula, l’amistat i l’amor ens va tocar a tots. Va ser un regal que quedarà per sempre guardat en el meu cor. Alicia

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