El bosque solitario y soleado de Alekos

 
Cuando Alekos se fue a vivir a Esparraguera le pregunté:
 
“¿Qué echas de menos de Barcelona?”
Y me respondió:
“Las basuras, brujita. Allí uno encuentra tesoritos.”

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Alekos, es de todo un poco: le pone color a las palabras, canta dibujos, escribe fotografías y narra sus andanzas por éste mundo y tantos otros.

Alekos es mi amigo desde hace muchos años. Desde que vi un cartel suyo en Venezuela y me quedé enamorada de sus dibujos. Unos diez años después lo conocí en persona, me dijeron: “Éste es Alekos”. Y yo dije: “¡Claro! Alekos”. Él me sonrió y nos reconocimos pa’ siempre.

 Lo que más me gusta de Alekos es que sobre todas las cosas que es y de las que trabaja, para mi él es un auténtico poeta. 
  

Alekos, después de vivir una quincena de años por este lado del mundo, volvió a Colombia. Antes de irse me regaló ésta entrevista, qué suerte tengo y qué suerte tienen los colombianos de volver a tenerlo cultivando poesía por aquellas tierras tan fértiles.

¿De dónde viene la semilla de esa capacidad que tienes para ser músico, para ser actor, para ser narrador, para ser ilustrador…?
Esa es una cosa muy difícil de definir, pero, en estos días hablaba con alguien y cada uno decía: “la época mejor de mi vida… tal… tal”…Yo creo que la época mejor de mi vida es ésta, pero, esa base, esa semilla está en mi infancia. El haber nacido en una casa con animales hecha por mi padre, de carpintería. Una casa campesina a las afueras de Bogotá. Pasar bien esa época con una creatividad popular agregada, yo creo que fue la base de todo porque la adolescencia me tocó muy peleada.
Me tocó pelear contra los curas, que me cortaban el pelo, me quitaban las cosas… Eso también te forja, pero allí no hay mucho espacio de creatividad. Aunque allí me encontré, por ejemplo, el primer elemento: la pintura.
Lo que a mí me pasa es que yo cojo algo, me gusta y se me queda conmigo. Hay gente que hace algo, lo hace y luego lo olvida. A mí se me queda, lo primero que cogí fue el dibujo, la pintura… Mi padre me ayudaba porque era calígrafo y medio pintor.
Entonces, resumiendo: la infancia como un periodo de latencia allí, de algo que se prepara. Lo que allí se prepara se queda. El bachillerato como de lucha… y luego en los años 80 se me empezaron a cruzar las artes. Estaba ya metido en la pintura, el diseño, pero se metió la música por allí, se me metió el teatro, los cuentos, se fueron conjugando y ahí ya no hubo salvación.

¿Tu padre también hacía muchas cosas?
Mi padre era un siete oficios. Era carpintero. Trabajaba en una empresa litográfica, era traductor de inglés y francés…aprendió leyendo pocketbook en los autobuses… 

¿Cómo germinó la semilla?
El hecho de salir de un colegio de curas y entrar a una universidad pública: ARTES. Un cambio tan bestia, tan extraño, porque además yo estaba metido en política en esa época, pero eso fue una diáspora.
Por ponerte un ejemplo chiquitico: yo entré a estudiar primero sociología porque quería cambiar el mundo. Mi padre me dijo: “usted estudie lo que quiera, pero yo creo que usted es artista”. Al año me cambié, entré a artes, el diseño no me gustaba mucho, me gustaba más el ambiente de los pintores, entonces tenía una amiga pintora y le dije: “déjeme entrar y estudiar un poquito”. Me metí allí a fondo con los pintores, terminé estudiando pintura mural, pintura de caballete grabado… y todo eso va agregando, yo fui agregando, agregando, por ahí me metí con la música, me metí con el folklore, trabajé con un viejo floklorologo  maravilloso de Colombia que me llevó por los pueblitos. Toda esa cultura popular también es un tesoro. Todo eso yo lo fui acumulando adentro. Todo eso fue saliendo, con el tiempo.
Cuando yo me siento mejor es ahora que puedo conjugar todo eso, que me encuentro con ese tejido, más lo que viene ahora con la cosa digital… es un agregado que cojo por las uñas…
Otra cosa es que me gusta trabajar con gente, con amigos, soy muy dúctil en eso. Sentir no competir con el compañero sino hacer moñona, hacer piña, que dicen aquí… Entonces, esas cosas también te enseñan mucho en la vida… Contigo hemos trabajado… por lo menos un momento de la vida y todo eso se agrega…

“…y aguamarina para inundar de esperanza este bosque desolado”
(Fragmento de una de mis poesías ilustrada por ALEKOS)
 
¿Qué abono usaste para hacer crecer esa semilla de la creatividad?
Yo creo que una actitud abierta. Yo creo que yo no perdí una cosa de la infancia que es la capacidad de asombro. Los años pesan, pasan y pisan pero hay cosas que se mantienen. Luego se me agregó el humor, el juego. El juego siempre lo tengo latente, se me quedó también, mira que son cosas de infancia también.

¿Cuáles son tu pico y tu pala?
Un espacio y la soledad. La soledad es muy clave para mí y un espacio tranquilo donde pueda convocar a los amigos o a mis fantasmas.

¿Frutos y flores de tu trabajo?
Hay un tesoro que es viajar. Yo he viajado además por un camino extraño, que es: viajar sin dinero, por trabajo y sin saber inglés. ¿Cómo hice cuarenta países? No lo sé, pero solamente a dos países he ido pagando un billete: en una luna de miel a Sicilia y en mi primer viaje a Cuba.  Esto porque allí luego fui también por trabajo, en un avión charter repleto de artistas colombianos a un encuentro, donde además conocí a García Márquez, a Totó la Monposina, a Celia y Reutilio, que estuvieron en una función mía.  

Si tu trabajo estuviera vinculado a la tierra, ¿qué tendrías?
Tengo un problema, acumulo.  Ahora estoy en un momento de limpieza, tengo que hacerme las leve porque con mucho peso no se puede volar, ya lo sabes. Sé que puedo vivir con mucho menos, aunque por la cosa de los oficios, a veces necesito materiales. Pero bueno, la experiencia es una cosa que se aprende cuando ya no sirve para nada. Yo creo que necesito un espacio donde pueda estar solo, tranquilo y trabajar. Necesito una base, siempre lo he tenido en Colombia y es eso lo que me jala ahora para allá.

¿Valores que siembras?
Yo sé que dejo cariño y recojo cariño.

 
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1 comentario en «El bosque solitario y soleado de Alekos»

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