Alícia en el bosque de las maravillas

 

Hi va haver un temps

Caminàvem tu i jo sols.

El bosc era casa.


Alícia Molina




Alícia Molina es narradora oral, actriz y filóloga catalana. Profesora de la especialidad de Artes Escénicas de la Escola Ginebró, y entre otras tantas andanzas,  creadora del Festival de Narración oral Cardemots. 

Para mí, Alícia es, sobre todo, una activista de la cultura, que allí donde siembra su entusiasmo, podremos estar seguros de que cultivará un espacio dedicado a las palabras y a las artes escénicas. Detrás de ella, encontraremos un montón de personas sedientas de asombro, que la seguirán donde haga falta, para acabar plenos de ese alimento indispensable para el alma: el arte.




¿Alícia, cómo nace en ti esa semilla creativa que te ha hecho explorar las artes escénicas? 


Lo primero que me viene, es mi imagen, de pequeña, delante de un mueble que había en el comedor, que tenía un espejo enorme, allí empezaba a explicarme historias. Otro lugar al que me gustaba ir mucho, a pesar de que le tenía mucho miedo, era la habitación de mi abuela; que tenía un armario con espejos en forma de dos lunas. En ese espejo yo me podía ver por delante y por detrás. Entonces yo allí comenzaba a ponerme ropas. Pasaba horas y horas allí con mis personajes. Escribir también siempre me ha gustado. Y recuerdo a los 11 años empezar a escribir, como queriendo dejar constancia de mi vida. Mi hermana que trabajaba en una oficina, me regalaba un montón de papeles, y eso era como mi diario. Desde entonces no he parado de escribir. 
¿Cómo fue germinando esa semilla? 
En el colegio comenzábamos hacer cositas de teatro y eso siempre fue un momento de diversión y de creatividad. Salir de mi misma y explorar, eso fue un placer. En Sant Adrià donde yo vivía a los trece años, entré en un centro de excursionistas y no paré de hacer cosas, entre otras cosas, tuvimos un grupo de teatro. 
Después la vida me llevó a una granja escuela, y todas las historias que yo iba escribiendo me encontré que las podía explicar a los niños y niñas. Yo era como un duende que salía en la noche, detrás de un alcornoque milenario enorme, que había; yo esperaba a los niños allí, muerta de miedo (risas), y luego aparecía ese duende que les explicaba historias.   
Con mi primer hijo, el bosque era una fuente de inspiración: los recovecos que nos íbamos encontrando, los túneles naturales… Yo le explicaba historias sobre los guardianes del lugar, creaba personajes e historias. 
Un día en el año 1997, se da la oportunidad de la primera “Hora del Cuento”, y es cuando ya comienzo a explicar cuentos de forma profesional. Más adelante en el 2001, algunos padres de la escuela de mi hija, la escuela Dolors Graners, iniciamos lo que sería un grupo de teatro abierto a cualquier persona y esto es 10 de deu teatre, que aún seguimos. Yo siempre he estado al lado de la palabra y el juego. 

¿Cuáles han sido los abonos que te han ayudado a hacer crecer esa creatividad que hay en ti? 

La soledad. En las tardes de siesta, mientras todo el mundo estaba durmiendo, yo leía. El aburrimiento, la curiosidad. Las excursiones con mi padre al bosque. A los 11 años tuve una maestra, Anna Vicent, que también fue como un ventanal de luz en mi vida. Ella nos abrió su corazón y toda su manera de entender la vida y nos preparó para ella. 
¿Cuáles son los  frutos o las flores has recogido con tu trabajo? 

La oralidad estaba muy ligada a mi día a día, sin embargo, cuando tuve consciencia de la profesionalidad de la narración, sentí cierto vértigo. La narración oral y las artes escénicas me han ayudado a vencer esos miedos, esas inseguridades. El arte me ha ayudado a tomar confianza en mí misma, ha sido como una necesidad, pero al mismo tiempo he tenido que romper vestiduras de miedo que llevaba puestas. A través de la narración he conectado con el juego y el placer. Es como sentirse envuelto por algo divino. 
¿Qué valores siembras con lo que haces? 

Conexión, juego y bondad.
¿Cuáles son tu pico y tu pala? ¿Qué herramientas usas para cultivar esos valores?
 
El otro y la curiosidad. Con el Teatro de los Sentidos pude evidenciarlo, en ese trabajo íntimo que se hace de tú a tú. 
Imaginemos que Alícia no es artista escénica, en el imaginario natural, ¿qué serías? ¿Qué tendrías? 

Un bosque. El bosque es mágico, misterioso, salvaje…
Y da miedo…

Tiene sus luces y sus sombras. El bosque te provee de muchos alimentos salvajes: piñones, moras, madroños, bellotas. Me gusta el alimento salvaje. 

1 comentario en «Alícia en el bosque de las maravillas»

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