Alas de Papel

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Alas de Papel lo escribí observando a mi hijo, a nuestro vecino y a otros niños que buscaron la forma de seguir siendo niños, a pesar de no poder salir de casa por el confinamiento que vivimos en el 2020. 

Va para ellos.  En especial para Nico y Bruno.


Las ilustraciones son de Liliana Infante

quién también abrió sus alas y dejó volar su pincel. 


Mi casa tiene un patio, allí crece un cerezo, para mí es lo mejor de toda la casa. Trepo por su tronco hasta llegar a sus débiles ramitas que ahora, en primavera, están en flor. 

Los pétalos caen al suelo con la brisa, entonces mi patio parece un prado nevado. El cerezo me hace sentir que estoy afuera. 

Desde que no dejan salir, puedo escuchar más a los pájaros. En este tiempo hay golondrinas. Hacen sus nidos en los balcones que están sobre nuestro patio. A veces, subo al cerezo y las escucho. No tengo nada más que hacer en esta larga espera.  

Sé que al lado de mi patio hay otro idéntico y, aunque no puedo verlo por el muro que lo separa, sé que no hay un cerezo porque no alcanzo a ver ninguna rama.

A veces escucho la voz de una niña que juega sola, se inventa historias y me río con ellas, pero en silencio. ¿Sentirá lo mismo que yo? 

He decidido que le enviaré un mensaje: 

“Hola soy tu vecino de al lado. ¿Cómo es tu patio? Lucas”.

Hoy he recibido respuesta: 

“Hola Lucas. Mi patio tiene macetas de flores: geranios y petunias. A veces te escucho jugando a la pelota. Soy María”.

Con María hemos inventado un código secreto, por si alguien intercepta nuestros mensajes. También hemos jugado a la Batalla Naval, Stop e inventamos cuentos juntos, pero no puedo verla, el muro es muy alto.

Un día intentamos jugar voleibol, pero la pelota fue a parar al patio de otro vecino, que salió muy enfadado y nos dijo que si nos parecía normal pasarnos la pelota a través del muro. 

Luego vinieron dos días de lluvia. Tenemos muchos de días en casa. El cerezo ya no tiene ni una flor. Y no sabemos…


Desde que conocí a María estoy más contento. María sabe hacer muchas figuras de papel, ha intentado enseñarme, pero me hago un lío. 

Ella me envía los mensajes secretos en forma de pingüinos, de ocas, de  grullas y de golondrinas. Yo le envío barcos y aviones, es lo que sé.

María ha dicho que cuando esto pase me invitará a su casa, haremos palomitas y me enseñará a hacer origami. Yo le llevaré un puñado de cerezas.

A veces, siento que quiero darle un puñetazo al muro y romper esta distancia. A veces escucho llorar al hermanito de María, llora por cualquier cosa. No sabe esperar. A veces María está triste. Lo sé. 

Una tarde papá sacó la guitarra, le quitó el polvo y cantamos un rato. La música sí que atraviesa cualquier muro. Fue divertido.


María ha tenido la idea de que hagamos un retrato del otro sin conocernos. Me gusta, así, puedo verla como yo la quiero en mi imaginación. 

El tiempo pasa. 

Yo subo al árbol, miro el cielo, adivino formas en las nubes. 

Desde el patio de al lado María me acompaña. 

Y yo a ella. 

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